Quien diga que nunca ha copiado o ha descargado de internet un disco o una película, miente. La piratería es un fenómeno de nuestros tiempos que está brutalmente extendido, pero el asunto es preguntarnos el porqué. Estamos hartos de oír que no consumimos cultura, pero entonces ¿qué son la música y el cine? Quizá la cuestión sea que no lo consumimos como se espera que lo hagamos, es decir, legalmente.
La piratería tiene dos puntos de vista. El primero es el de los autores o artistas (y sus correspondientes equipos, productores…) que elaboran los discos, películas, libros y demás contenidos que nos descargamos. Ellos ven nuestra actitud como una amenaza para sus trabajos, y afirman perder mucho dinero. El otro punto de vista, es el nuestro, el de los usuarios.
Nosotros, “los piratas”, escuchamos música, vemos películas, leemos libros… y siempre queremos más. Tenemos a nuestro alcance infinidad de productos de todo tipo, así que probamos y escogemos. Pero ¿qué ocurre cuando consumimos algo que realmente nos gusta, nos impresiona, nos cautiva, nos enamora? Lo volvemos a consumir, lo compramos otra vez.
Apliquemos esta actitud a la piratería: escuchamos un disco que realmente creemos que es bueno, y acabamos comprándonoslo, o yendo al concierto de dicho artista, o comprando su merchandising; vemos el tráiler de una película que promete, y pensamos “esta hay que ir a verla al cine”; leemos un libro que nos han dejado y nos ha gustado mucho, y al final nos decidimos a comprarlo para volverlo a leer más adelante.
Entonces, para mí, está claro: es una cuestión de calidad. No nos gastamos dinero en ciertas cosas hasta que nos topamos con algo en lo que sí que merece la pena gastárselo. Devoramos todo tipo de contenidos mediocres con frecuencia, ampliando nuestra perspectiva general y, en consecuencia, adquiriendo la capacidad de detectar lo excepcional. Cuando algo es bueno, todos queremos conseguir y conservar un ejemplar original, porque cada vez que lo consumimos, nos impregna de su esencia única y extraordinariamente particular.
Vivimos en la era de la masificación, sobre todo en lo que a consumo se refiere; así que lo exclusivo, lo que es nuevo y además original, se cotiza muy alto en un mundo de copias e imitaciones. En este punto, irónicamente, el dinero pierde valor. No importa tanto lo que cuesten las cosas, como el hecho de conseguirlas y disfrutarlas, porque quien nos lo ofrece es digno de que le paguemos lo que nos pide, a cambio de su buen trabajo.
Por lo tanto, lo que los usuarios reclamamos y exigimos son contenidos de calidad, que se nos ofrezcan cosas realmente buenas, por las que sí que estamos dispuestos a pagar. Así que, definitiva y claramente, el futuro no está en hacer lo mismo de siempre, sino en lo que nos sorprende, lo que no podemos conseguir en la red, porque necesitamos vivirlo directamente, porque nos aporta algo único y diferente, aunque paguemos más por ello. Un buen ejemplo de ello es el 3D, que ha conseguido llevarnos al cine a todos masivamente por nada más y nada menos que 10 eurazos.
En resumen, nosotros tenemos una enorme responsabilidad en este escenario, que es fundamental para el desarrollo artístico en todos sus ámbitos. Es la de ser buenos piratas, es decir, comprar los contenidos que consideremos verdaderas obras de arte, contribuyendo con nuestro dinero a la creación de nuevos contenidos de calidad. Pero también los artistas tienen una gran responsabilidad para con los usuarios, la cual puede resumirse en una famosa cita que en este contexto cobra todo su sentido: “reinventarse o morir”.
Tenía escrita esta entrada desde hace varios días, pero me he animado a publicarlo hoy porque esta semana, charlando con la gente, me he dado cuenta de que hay muchas personas que piensa así.
ResponderEliminarMe alegra saber que muchos de nosotros somos "piratas responsables" y usuarios exigentes, porque creo que éste es el futuro de la cultura.
El viernes estuve en un concierto por el que pagué 33 euros. Resultó ser un conciertazo impresionante, así que, si el mes que viene pudiera ir otra vez, volvería a pagar el precio de la entrada encantada.