Un disfraz de reloj, para disfrutar pasado, presente y futuro.
Un disfraz de galleta de chocolate, dulce, por las cosas buenas.
Un disfraz de limón, ácido, por las cosas malas.
Un disfraz de mago, para creer que todo es posible.
Un disfraz de trapecista, para no perder el equilibrio.
Un disfraz de explorador, para conservar la curiosidad.
Un disfraz de superhéroe, para seguir luchando.
Un disfraz de payaso, ni por asomo; mejor algo menos tétrico y más original.
Un disfraz de trébol, para tener buena suerte.
Un disfraz de princesa, por ser y para sentirse especial.
Y un disfraz de zombi, porque es absurdo ignorar que al final todos moriremos; pero mientras, nos disfrazamos.
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