Hoy, a 27 de octubre, hace exactamente dos meses que volví de China. Después de haber visto varias veces el millar de fotos que hice y haber comentado impresiones y anécdotas con el furor con que siempre se cuentan las cosas a la vuelta de un viaje, creo que ya ha pasado el suficiente tiempo como para poder hacer una valoración crítica de este viaje.
Para ponernos en situación, diré que mi viaje a China tiene su origen unos tres años atrás, un verano que fui a Londres a estudiar inglés. Allí conocí a Helen, que se dedicaba a lo mismo. Antes de volverme a España, quedamos en volver a vernos: ella me hizo una visita española, y yo la acogí en mi casa; en consecuencia, ella me invitó a ir a la suya… ¡nada menos que a Hong-Kong!
El último verano como estudiante es una oportunidad excepcional para hacer ciertas cosas que no podrás hacer más porque estarás trabajando, como por ejemplo, irse tres semanas a China. Así que, me puse en contacto con Helen, y casi de un día para otro me decidí: “me voy a China”. Habrá quien piense que fue una decisión demasiado precipitada… yo sólo puedo decir que no me arrepiento.
Después de 15 horas de avión interrumpidas por 14 horas de escala en Moscú, llegué finalmente a mi destino, Hong-Kong. China es una país enorme, y no sólo físicamente. Su cultura, sus tradiciones y costumbres, su mentalidad… es un mundo totalmente diferente, que dista mucho de todo lo que podamos encontrar en occidente. Tal y como me dijo una mañica (llamada Pilar ¡cómo no!), que amenizó con su charla mi larga estancia encerrada en el aeropuerto moscovita, “en China, incluso el aire huele diferente que en Europa”.
Los chinos son gente que respeta, por encima de todo, la naturaleza y lo que ésta les ofrece: no verás a un chino (al menos, en China) tomando un medicamente que no sean hierbas, infusiones, potajes o mejunjes especialmente preparados para cada ocasión. La íntima relación entre la alimentación, la medicina y el cuerpo es una de las cosas que más me impactaron; debes elegir lo que vas a comer y beber en función de cómo te encuentres y de tu estado de ánimo. “Si te duele la garganta, lo mejor será tomar unas flores de lis al vapor y arroz”, “si tienes dolor de cabeza, nada de zumo de mango, mejor zumo de naranja, papaya y guayaba, que además es bueno para la digestión”, y así con cada uno de los comestibles extremadamente sabrosos, sanos y naturales que cada día se nos ofrecían. El bienestar físico y mental es una prioridad en la cultura china.
Hong-Kong es una ciudad enorme compuesta por decenas de islas, sorprendentemente segura y muy especial, aunque en ciertos aspectos esté occidentalizada. Para entrar y salir de la urbe es necesario cruzar una frontera, y al entrar en “la verdadera China” el cambio es fácilmente perceptible: la sensación de inseguridad se agudiza y la pobreza se convierte en una realidad cercana y palpable.
En cualquier caso, no puedo dejar de hablar de la hospitalidad con la que me recibieron la familia y amigos de Helen, acogiéndome en sus casas, cocinando todo tipo de comida típica especialmente para “la invitada española”, y enseñándome su país. Es curioso cómo, a veces, es precisamente la gente más humilde la que da lo mejor de sí, con la mayor ilusión y sin reparar en gastos o esfuerzo.
Cuando viajas tienes que abrir tu mente y estar preparado para probar y vivir cualquier tipo de experiencia. Viajar solo es una experiencia singular, en todos los sentidos. No voy a negar que en algunos momentos estuve un poco “acojonada” (que aunque es una expresión vulgar, define perfectamente el sentimiento al que me refiero), pero la soledad te enseña a aprender más rápido y a apreciar personas y cosas en las que no hubieras reparado en caso de ir acompañado.
Debo decir que creo que alguna vez volveré a China, que ha sido una aventura increíble e inolvidable; pero pienso que este viaje no sólo me ha servido para conocer un nuevo país y una nueva cultura, también me ha servido para aprender un poco más sobre la vida y, lo que es más importante, sobre mí misma.
"Victoria's Harbor" Hong-Kong (Foto de mi viaje a China, agosto 2010) |