miércoles, 27 de octubre de 2010

OYE, QUE ME VOY A CHINA

Hoy, a 27 de octubre, hace exactamente dos meses que volví de China. Después de haber visto varias veces el millar de fotos que hice y haber comentado impresiones y anécdotas con el furor con que siempre se cuentan las cosas a la vuelta de un viaje, creo que ya ha pasado el suficiente tiempo como para poder hacer una valoración crítica de este viaje.
Para ponernos en situación, diré que mi viaje a China tiene su origen unos tres años atrás, un verano que fui a Londres a estudiar inglés. Allí conocí a Helen, que se dedicaba a lo mismo. Antes de volverme a España, quedamos en volver a vernos: ella me hizo una visita española, y yo la acogí en mi casa; en consecuencia, ella me invitó a ir a la suya… ¡nada menos que a Hong-Kong!
El último verano como estudiante es una oportunidad excepcional para hacer ciertas cosas que no podrás hacer más porque estarás trabajando, como por ejemplo, irse tres semanas a China. Así que, me puse en contacto con Helen, y casi de un día para otro me decidí: “me voy a China”. Habrá quien piense que fue una decisión demasiado precipitada… yo sólo puedo decir que no me arrepiento.
Después de 15 horas de avión interrumpidas por 14 horas de escala en Moscú, llegué finalmente a mi destino, Hong-Kong. China es una país enorme, y no sólo físicamente. Su cultura, sus tradiciones y costumbres, su mentalidad… es un mundo totalmente diferente, que dista mucho de todo lo que podamos encontrar en occidente. Tal y como me dijo una mañica (llamada Pilar ¡cómo no!), que amenizó con su charla mi larga estancia encerrada en el aeropuerto moscovita, “en China, incluso el aire huele diferente que en Europa”.
Los chinos son gente que respeta, por encima de todo, la naturaleza y lo que ésta les ofrece: no verás a un chino (al menos, en China) tomando un medicamente que no sean hierbas, infusiones, potajes o mejunjes especialmente preparados para cada ocasión. La íntima relación entre la alimentación, la medicina y el cuerpo es una de las cosas que más me impactaron; debes elegir lo que vas a comer y beber en función de cómo te encuentres y de tu estado de ánimo. “Si te duele la garganta, lo mejor será tomar unas flores de lis al vapor y arroz”, “si tienes dolor de cabeza, nada de zumo de mango, mejor zumo de naranja, papaya y guayaba, que además es bueno para la digestión”, y así con cada uno de los comestibles extremadamente sabrosos, sanos y naturales que cada día se nos ofrecían. El bienestar físico y mental es una prioridad en la cultura china.
Hong-Kong es una ciudad enorme compuesta por decenas de islas, sorprendentemente segura y muy especial, aunque en ciertos aspectos esté occidentalizada. Para entrar y salir de la urbe es necesario cruzar una frontera, y al entrar en “la verdadera China” el cambio es fácilmente perceptible: la sensación de inseguridad se agudiza y la pobreza se convierte en una realidad cercana y palpable.
En cualquier caso, no puedo dejar de hablar de la hospitalidad con la que me recibieron la familia y amigos de Helen, acogiéndome en sus casas, cocinando todo tipo de comida típica especialmente para “la invitada española”, y enseñándome su país. Es curioso cómo, a veces, es precisamente la gente más humilde la que da lo mejor de sí, con la mayor ilusión y sin reparar en gastos o esfuerzo.
Cuando viajas tienes que abrir tu mente y estar preparado para probar y vivir cualquier tipo de experiencia. Viajar solo es una experiencia singular, en todos los sentidos. No voy a negar que en algunos momentos estuve un poco “acojonada” (que aunque es una expresión vulgar, define perfectamente el sentimiento al que me refiero), pero la soledad te enseña a aprender más rápido y a apreciar personas y cosas en las que no hubieras reparado en caso de ir acompañado.
Debo decir que creo que alguna vez volveré a China, que ha sido una aventura increíble e inolvidable; pero pienso que este viaje no sólo me ha servido para conocer un nuevo país y una nueva cultura, también me ha servido para aprender un poco más sobre la vida y, lo que es más importante, sobre mí misma.


"Victoria's Harbor" Hong-Kong (Foto de mi viaje a China, agosto 2010)


jueves, 21 de octubre de 2010

NO MENOSPRECIES LA CACA DE VACA

Aunque en un primer momento la caca de vaca nos pueda parecen algo desdeñable y repulsivo, la experiencia nos enseña como en muchos casos este “producto” tan natural ha resultado ser muy útil.
Por ejemplo, de toda la vida es sabido que es una de las mejores clases de estiércol que hay, y que una vez seco es perfecto como leña para hacer fuego. Pero no queda ahí la cosa, la caca de vaca puede ser valiosa hasta el punto de hacerte ganar grandes premios: en algunos lugares sueltan a dicho animal en un campo divido en parcelas; para ganar, la vaca debe hacer sus necesidades en la parcela por la que tú has apostado. Por otro lado, tenemos a Xoán Casal, un gallego que pinta cuadros con la caca de vaca, alegando que es un material que cuando se seca es muy duro y no desprende olor, y que se adapta a sus distintas necesidades artísticas porque es diferente en función del animal y su edad. Y para colmo, hay quien usa la caca de vaca como droga: en Malasia, muchos de los adictos que no pueden permitirse comprar drogas inhalan los gases que desprenden dichos excrementos, que resultan tener unos efectos secundarios parecidos.
Visto lo visto, podemos concluir firmemente que todo aquel que en un primer momento haya menospreciado la caca de vaca, la está infravalorando. Lo que pretendo con esto es iniciar una pequeña reflexión en cada uno de nosotros: muchas veces, las cosas, las ideas, la materia prima ya está ahí, solo hay que reutilizarla, mirar desde otra perspectiva, darle un nuevo uso a lo que tenemos delante, abrir nuestra mente y dejar que trabaje libremente… y entonces surgen las grandes creaciones originales, los nuevos inventos, en definitiva, la creatividad.
Algo creativo no tiene que ser algo estrictamente nuevo, las nuevas combinaciones de lo conocido es lo que muchas veces da lugar a aquello que acabamos etiquetando como revelador y original. Este blog va un poco de todo y de nada, de reflexiones, hechos, experiencias… cosas con las que me topo que considero interesantes. En cualquier caso, cosas que están ahí (dentro o fuera de mí) y que merece la pena comentar.
Así que, si después de esto crees que la caca de vaca se merece una oportunidad… ¡coge tu trozo y empieza a pensar!